Con mucha frecuencia olvidamos la importancia de lo familiar (la herencia genética, étnica, cultural, lingüística, geográfica, etc.) en aras de ocuparnos de otros aspectos del individuo a la hora del abordaje del trabajo terapéutico con las esencias de flores.

Sin embargo, eso que entendemos como el yo consciente con el que nos identificamos es solo una parte de nuestro ser que no tiene en cuenta elementos de orden inconsciente que determinan y califican nuestro hacer entre los cuales la herencia familiar en su multiplicidad de aspectos tiene una enorme influencia.

¿Qué sabemos de nuestros padres, de nuestros abuelos, y de todos aquellos que definimos como ancestros que vivieron antes de ellos? ¿Con qué patrones de comportamiento del complejo árbol familiar nos identificamos de manera inconsciente? ¿Cómo nos influyen nombres, apellidos y apodos con su carga de significación simbólica? ¿de dónde vienen? ¿O cómo nos afectan las procedencias de clase, linaje o geografía?

Si el alma ha elegido libremente esta encarnación en el seno de una familia concreta que comporta unos valores introyectados a lo largo del tiempo y de las generaciones, esas profundas conexiones con la familia y el linaje como portadores de pasado y de valores específicos, deben de ser comprendidas e integradas de forma adecuada, de manera que el ser pueda reconocer su auténtica individualidad, sin por ello negar la riqueza de los propios orígenes.